jueves, 26 de junio de 2008

LA SUMISION

En todo gobierno democrático, los secretarios o ministros que conforman los gabinetes de los presidentes de las repúblicas son personalidades reconocidas por todos los ciudadanos.


A más importantes sean ellos más se destaca quien los dirige. En cada asunto su vocero natural es el ministro del área. En los países que tienen vicepresidentes, son escogidos como los números dos en el liderazgo y eventualmente, ante la falta del presidente, asumen las riendas de la nación. Por ello, un buen gerente-presidente se ocupa de escoger a los mejores en su rama y de asignarles la responsabilidad con suficiente fuerza para lograr las metas previstas y supervisar sus actuaciones acorde a los planes estratégicos de la Nación. Así debiera ser. Que desastroso es cuando un presidente selecciona a quienes tendrían que ser sus asesores, no por sus capacidades, sino por su sumisión. Entonces, en los consejos de ministros no se oyen las advertencias de estos si aparecen ideas, leyes o programas disparatados, solamente se acatan los planes que ordena el jefe, muchas veces ajenos a la realidad, cuando no absurdos, desatinados y hasta inconstitucionales. Ninguna de estas tristes figuras, con el peso específico de sus conocimientos o de su trayectoria, se atreve a contravenir al mandamás. Le puede costar el cargo, como les pasó a otros que contradecían al supremo. Han caído por hacerlo vicepresidentes, ministros de relaciones interiores, de defensa, de hacienda, de otros despachos, presidentes de empresas del Estado y de Institutos autónomos. Por esto, para los sumisos lo mejor es callarse, ser anodino, insípido como un helado de yuca y sobre todo no figurar, mantener un total bajo perfil para no robarle cámaras al jefe y si se les presenta su palabra o mirada iracunda permanecer sumisos con la cola entre las piernas.
Vladimir Gessen.

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