El Rey carga en su psiquis el peso de una larga tradición y cultura europea. El es un Soberano. Aunque estemos en tiempos modernos y republicanos donde el Soberano sea el Pueblo. También, el Rey llevaba dentro de sí un mensaje que pensamos universalmente, una especie de imagen del “inconsciente colectivo” que todos repetimos desde hace una década, pero que por distintas razones, no se había hecho presente, sea por temor en Venezuela o porque en otros países prefieran evitar la diatriba con tan desmesurado personaje. Juan Carlos solamente dijo lo que todos gritamos cada vez que el presidente vocifera o habla y habla y habla, bla, bla, bla: Chávez, ¡¿Por qué no te callas?!
El primero en decirlo fue su operador político, quien llegó a ser vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, cuando le advirtió públicamente que “el pez muere por la boca”.
Ahora le tocó a Juan Carlos. Quizás se sintió Rey en pleno, y pensaría: “Si no lo hago yo, quien lo haría”. Tal vez, su probado apego a la vida democrática y sus credenciales como mediador y diplomático universal le hicieron sentir invulnerable ante los seguros ataques y verborrea a la que acudiría el presidente venezolano. Lo cierto es que dio el paso y dijo lo que millones: Chávez, ¡Cállate!... Y Chávez, como quiera que lo quiera justificar, se calló. A lo mejor su formación castrense le obligó a acatar al Capitán General que es el rango del rey en términos militares, o acaso se desconcertó porque nadie antes lo había hecho. Pero la verdad, todos la vimos, interrumpiendo el cruce de miradas y palabras entre Chávez y Zapatero, Juan Carlos se lo dijo, frente a frente, ¡Cállate! y… se calló. Así de simple. No puede decir ahora que no lo vio o no lo oyó porque su mentira queda al desnudo.
Las consideraciones posteriores son diversas. Es igualmente verdad que un jefe de estado no puede mandar callar a otro. Es verdad que Chávez no dejaba hacer uso de su palabra a Zapatero y son verdades algunas de las consideraciones políticas del presidente venezolano. Existe un imaginario en América Latina que pesa sobre los seres que la habitamos como es el que los culpables de las desgracias de Latinoamérica son en el presente los Estados Unidos y anteriormente el Imperio español. Es una forma de eludir la propia responsabilidad de los pésimos gobernantes que hemos tenido, quienes por cierto han escrito nuestra historia. Sin embargo, hay también una verdad que no se extinguirá ahora, cada vez que Chávez insista en su charlatanería posiblemente cientos de millones en Hispanoamérica y en el Mundo coreen mentalmente e “in crescendo” un nuevo rótulo mítico: ¡Por qué no te callas!
El primero en decirlo fue su operador político, quien llegó a ser vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, cuando le advirtió públicamente que “el pez muere por la boca”.
Ahora le tocó a Juan Carlos. Quizás se sintió Rey en pleno, y pensaría: “Si no lo hago yo, quien lo haría”. Tal vez, su probado apego a la vida democrática y sus credenciales como mediador y diplomático universal le hicieron sentir invulnerable ante los seguros ataques y verborrea a la que acudiría el presidente venezolano. Lo cierto es que dio el paso y dijo lo que millones: Chávez, ¡Cállate!... Y Chávez, como quiera que lo quiera justificar, se calló. A lo mejor su formación castrense le obligó a acatar al Capitán General que es el rango del rey en términos militares, o acaso se desconcertó porque nadie antes lo había hecho. Pero la verdad, todos la vimos, interrumpiendo el cruce de miradas y palabras entre Chávez y Zapatero, Juan Carlos se lo dijo, frente a frente, ¡Cállate! y… se calló. Así de simple. No puede decir ahora que no lo vio o no lo oyó porque su mentira queda al desnudo.
Las consideraciones posteriores son diversas. Es igualmente verdad que un jefe de estado no puede mandar callar a otro. Es verdad que Chávez no dejaba hacer uso de su palabra a Zapatero y son verdades algunas de las consideraciones políticas del presidente venezolano. Existe un imaginario en América Latina que pesa sobre los seres que la habitamos como es el que los culpables de las desgracias de Latinoamérica son en el presente los Estados Unidos y anteriormente el Imperio español. Es una forma de eludir la propia responsabilidad de los pésimos gobernantes que hemos tenido, quienes por cierto han escrito nuestra historia. Sin embargo, hay también una verdad que no se extinguirá ahora, cada vez que Chávez insista en su charlatanería posiblemente cientos de millones en Hispanoamérica y en el Mundo coreen mentalmente e “in crescendo” un nuevo rótulo mítico: ¡Por qué no te callas!
Vladimir Gessen
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